Werner Herzog es mundialmente famoso por hacer películas que dejan cierto regusto en la mente del espectador. Un algo agridulce, como un poso, un pensamiento que retumba y que parece decir "¿pero qué demonios acabo de ver?".
Esta película no tiene un argumento claro. Una especie de prisión donde todos son enanos. Y todos quieren divertirse a costa del sufrimiento ajeno. Es tan indescriptible que cualquier cosa que diga se quedará corta así que como ejemplo dos fragmentos.
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